Algunas reflexiones sobre literatura y feminismo.

por Nadia Sol Caramella


ilustración de María María Acha-Kutscher.

En su nuevo libro El otro lado de las cosas, la poesía como restauración de una voz en la obra de Diana Bellessi, Natalia Romero habla de la poesía como un camino para la restauración de las voces silenciadas, este libro que además de ser muy recomendable por la estructura del texto, entre crítico y autobiográfico y el paneo por distintas teorías del feminismo, abre una puerta al diálogo y a un debate al cual me gustaría darle espacio.

Como sostiene Natalia existe la restauración de una voz, ella habla de una voz femenina, la voz de la literatura escrita por mujeres (particularmente la obra de Diana Bellessi). El amanecer de nuevas teorías dentro del feminismo dio lugar a otras identidades y el género mujer, así como lo concebimos en tanto género, está en disputa. Ya no podemos hablar de género si no de identidades. La experiencia nos demuestra día a día que las identidades existen y están ahí vivenciando y produciendo nuevos sentidos y formas de vincularse.

Lo femenino entonces también necesita un cambio de enfoque, ya que muchas mujeres no se identifican con lo femenino y construyen sus identidades de otra manera. Lo femenino también es una construcción, un concepto que debemos revisar. Si hablamos de literatura femenina, de una u otra manera estamos dejando afuera a una serie de identidades que mucho tienen que ver con nuestras identidades silenciadas, con nuestro lugar como productoras de sentido dentro de un sistema opresivo y patriarcal.

Leyendo este libro, me surgió una pregunta, ahora que la voz se ha restaurado, ¿qué hacemos con esa voz? los años de lucha y de escritura nos han llevado a construir una voz propia, como dice Simone de Beauvoir: “no se nace mujer se llega a serlo” y no se nace feminista también se llega a serlo, no nos queda más que aceptar esta restauración, ese “ahora que si nos ven”, para escribir una literatura feminista. Literatura feminista y no femenina, porque el feminismo ha logrado en el interior de sus discusiones teóricas establecer un diálogo en el que todas las identidades oprimidas por el patriarcado encuentran su lugar. Y seguir aportando así a los nuevos y no tan nuevos debates que hagan de nuestras vidas vidas vivibles. 

La literatura no es menos que ese espacio donde miles de sentidos y expresiones conviven y los discursos van convocando a otros discursos. Existe en la literatura una anarquía que de por sí  es inherente al quehacer literario, cada vez que escribimos construimos nuestra libertad y en esto coincido plenamente con Natalia, cuando piensa en la poesía como restauración. 

Por otra parte, durante muchos años escribir y publicar poesía o narrativa escrita por mujeres era de por si era un acto de reivindicación dado que democratizaba y corroía de alguna manera la literatura hegemonizada por las voces de los hombres. Esto está cambiando lentamente, pero en la industria editorial sigue predominando el papel masculino, y no hablo solamente de los espacios editoriales sino también de los sectores de producción del libro. Basta con preguntarse cuantas imprenteras y distribuidoras conocemos para seguir desarmando esa maquinaria relacionada con la industria literaria, que aún hoy sigue invisibilizando a muchas de sus trabajadoras. 

Por lo general las etiquetas producen dogmas, y justamente eso quita libertad. Cuando hablamos de literatura  feminista, no podemos hablar de una forma, de una estética o de una temática porque justamente nuestras miradas y expresiones son múltiples y cada una produce arte desde una subjetividad que transita el feminismo y ese devenir individual y colectivo, de una u otra manera, se verá reflejado en nuestras expresiones literarias.

Cuando construimos poéticas y ficciones desde nuestras identidades, privilegios, y otros etc, no deben quedar excluidas otras libertades, nuestras poéticas y ficciones a diferencia de las que ha construido el patriarcado, buscan libertad. Escribir es poner en acto nuestra libertad  y a  la vez es una manera de hacer fuerte nuestra identidad e interioridad.

Pero, ¿cómo se construyen esas poéticas o ficciones feministas? si algo es el feminismo es un camino hacía, un deconstruir para construir. La literatura feminista es la expresión de ese camino, de esa búsqueda de libertad y sororidad, entonces esta literatura se está escribiendo mientras existimos y cuestionamos nuestros micromachismos, vivenciamos nuevas maneras de vincularnos con otrxs escritorxs (mujeres cis, lesbianas, personas trans) y generamos espacios de sororidad y afinidad intelectual. Pero, por sobre todas las cosas, es la puesta en acto de la escritura cuando una voz se vuelve colectiva, con la misma intensidad que encuentra la voz que se une a otras en los cánticos  de las marchas y el grito en medio de la noche se vuelve colectivo, nunca estuvimos solas, por eso cantamos, por eso escribimos, desde la orfandad impuesta, pero furiosas y corrosivas. La expresividad ética y estética de un devenir.

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